Llegar a la escuela con la ropa llena de fernet, saltar aunque no te den más las piernas, gritar aunque
la garganta ya no te sirva, subir a una
enana a tus hombros aunque sepas que van al piso las dos (y finalmente no ir al piso) entrar al salón de actos cantando, putear a la directora porque no nos
entiende, pasar al aula sentarse
atrás de todo con la intención de dormir, que te compañera de banco solloce deprimida por no
haberse puesto en pedo, que los muchachos de adelante no paren de decir que quieren
ser show barman, que te duelan partes del
cuerpo que no concias, no poder hablar porque la garganta parece una lija, que cada puto nuevo profesor te pregunte que mierda
queres estudiar después de egresar, en los
recreos comenzar a recordar la noche en donde cometiste varias cosas que no
debieron haber pasado, tratar de animar a tu
amigo que está deprimido, mandarte mensajes con
tus compañeros de clases porque no podes gritarles para que te escuchen,
que te digan que van a usar un forro con sabor a
coca con vos, no poder dejar de hablar
pelotudeces, finalmente, retirarte del recinto
estudiantil con ganas de matar a medio mundo pero sabiendo que se día no lo
cambias por nada.
Ese fue mí último primer día de clases. Gracias liceo, Gracias
CIII
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